LIBRO DE TEXTO, IDEOLOGÍA Y DOCENCIA (15/10)
Reflexiones inspiradas en el discurso de Xurxo Torres Santomé.
"Descafeinar la totalidad de la cultura significa cerrar el paso a muchas culturas, a muchas personas"
La neutralidad no es tan amiga de la ética como lo
es la manifestación explícita. Así
lo hemos compartido en una clase dedicada al libro de texto y su posicionamiento
ideológico disfrazado de neutralidad. Que algo sea mostrado como neutral tiene varios
riesgos. Por un lado, se está descafeinando la cultura. Toda cultura surge
de modo histórico, geográfico, transformador…, pero si la cultura del libro de
texto es neutral, significa que no contempla a la cultura en su totalidad.
Valga un ejemplo:
Bibliografía: Torres Santomé, J. Para qué los profesores y profesoras si ya tenemos libros de texto.
En una asociación juvenil varias chavalas y chavales se reúnen para
realizar las tareas de la escuela con apoyo de las educadoras. Cuando no surge
llevar a cabo tareas individuales, se propone una actividad grupal que deciden
entre ellas. Hoy deciden ver vídeos musicales en YouTube. Dos personas quieren
escuchar TRAP, otras dos consideran que el TRAP es BASURA (incluida la educadora
que expresa su asentimiento riendo el comentario) y quieren ver vídeos de OPERACIÓN
TRIUNFO. Las otras quieren ELECTRO LATINO. Este episodio ocurre cada semana y
los estilos y preferencias van modificándose conforme cambian el tiempo y los
grupos: POP, ROCK, SKA, K-POP, REGGAE, JAZZ, SOUL, DANCE, CLÁSICA…
"Seleccionar una cultura y etiquetar la selección como neutral es ideología"
Lo que ha ocurrido en la
asociación es fruto de la diversidad de culturas musicales, lo contrario a la
neutralidad. La diversidad es una fuente, la neutralidad una piedra. El libro
de texto quiere ser neutral porque no genera oportunidades de exploración cultural,
sino que representa una, aséptica y no conflictiva. La educadora social del ejemplo
considera que el TRAP es una basura y algunas de sus alumnas se sienten identificadas
con el TRAP. ¿Vemos el riesgo? Aquello por lo que te sientes identificada es
una basura. Este es el segundo riesgo: descafeinar la totalidad de la cultura
significa cerrar el paso a muchas culturas, a muchas personas.
La neutralidad menosprecia
aquello que no explora y en este mismo momento deja de ser neutral y pasa a ser
ideológica. Este es el tercer riesgo: seleccionar una cultura y etiquetar la
selección como neutral es ideología, por lo que vender como oficial una
cultura hegemónica, significa abusar del poder de seleccionar para engañar a
quienes la ley no ha tomado en cuenta. El otro riesgo es claro: el poder de
seleccionar culturas convierte a las culturas seleccionadas en “una verdad”, en
lo “científico”. Y aquí volvemos al principio: ¿no era la cultura histórica,
geográfica, transformadora…Humana? Para el aparato ideológico que tiene la
hegemonía de los libros de texto, las culturas son objetos. Los libros de texto
no son neutrales, sino que por pretender serlo son anacrónicos, deshumanizados
y des-socializados.
La ideología se ve más por lo que no está que por lo que aparece.
Un libro de texto neutralizador es adoctrinador.
A todo ello nos
referíamos en clase cuando afirmamos que la ideología se ve más por lo que
no está que por lo que aparece: la presencia de la mujer en todas sus
potencialidades, la de las artes, las religiones, los géneros, las clases
sociales, las estéticas, las violencias sociales e institucionales, sexualidades,
afectividades, economías, músicas, tecnologías, imágenes, relatos, narrativas…Cuando
las culturas se hacen explícitas, visibles, la educación se impregna de valores
y contravalores, se da paso a una educación crítica. Al contrario, las culturas
invisibilizadas petrifican los valores y la ética, insuflando vida al utilitarismo
y la doctrina: un libro de texto neutralizador es adoctrinador.
Y cuando el libro de
texto impone una doctrina a través de su selección de pretensión adoctrinadora,
está imponiendo un modo de hacer a las profesionales. Así sucede la desprofesionalización
docente. La faena profesional pierde su valor. Las
educadoras pueden hacer uso de su poder para seleccionar contenidos, igual que
lo hacen las editoriales. Pero si las editoriales adoctrinan a las docentes
para que se neutralicen a ellas mismas, para sean sus propias policías, entonces,
las culturas docentes son objetos de compra y venta de la cultura. El imperio económico editorial es un cártel
de tráfico de doctrinas.
El imperio económico editorial es un cártel de tráfico de doctrinas
El negocio editorial es el negocio de la prostitución docente
El profesorado, esclavo de la editorial, no puede aliarse con las familias, solo vende el libro de texto.
Los grandes imperios
mediáticos de este país están construidos gracias al negocio de la venta de los
libros de texto (El País y Santillana, Antena 3 y Anaya…). Las editoriales
compran al profesorado y el profesorado vende la cultura impuesta a través de
su cuerpo, su mente y su tiempo. El negocio
editorial es el negocio de la prostitución docente. Las malas políticas
institucionales consumen y consienten. La presión editorial no es la única razón que explica
por qué la profesión docente está infravalorada.
El aumento de la formación y cualificación de la población
ha recortado la distancia entre las docentes y las familias, pero no lo ha
hecho en el mejor sentido: las madres ahora disponen de mejores recursos y
conocimientos para llevar a cabo su función de aporte educativo, los límites
entre “la docencia privilegiada” y las familias pasivas tienden a invertirse. Hecho
que se ve favorecido con la disminución de redes de comunicación, de confianza
y cooperación causadas por la clausura del libro de texto dentro del aula. La
repetición de contenidos cerrados y las guías marcadas de acción docente suman
motivos de desprestigio social. El profesorado, esclavo de la editorial, no
puede aliarse con las familias, solo vende el libro de texto. El cártel compra a
las profesoras, las profesoras venden los libros a las familias, y las familias
reclaman a las docentes los productos que el cártel vende. Y vuelta a empezar.
Las tecnologías super inteligentes son como el sueño americano de la educación en España. Y los imperios que mueven la pasta lo saben.
En las máquinas de la uni de Valencia se vende café, refrescos y snacks, no se venden naranjas.
Ahora el libro de texto tiene un fiel colega. Las
tecnologías super inteligentes son como el sueño americano de la educación en
España. Y los imperios que mueven la pasta lo saben. Así que el Márketing de
las empresas se llenan de estéticas e imágenes de progreso tecnológico, de progreso
económico. ¿Quién no quiere mover más dinero en plena crisis? Toda la
población, pero sobre todo las familias con hijas. Este es el mensaje empresarial:
necesitáis progresar económicamente, ser más competentes: necesitáis tecnología.
No hablan que el tejido empresarial sin justicia social produce situaciones
poco deseables.
Así que, los organismos internacionales se alían
con las empresas que manejan en España para promover una educación financiera, con máquinas expendedoras de cultura homogénea: en las máquinas de la uni de
Valencia se vende café, refrescos y snacks, no se venden naranjas. Las robots
prostitutas son la competencia de las docentes. Si el libro de texto aplacaba las
culturas de la comunidad, las máquinas lo hacen con mayor eficacia. Eso es lo que quieren. Pero no son los únicos que ofertan.
La calidad es un término vacío de contenido
El último debate de esta clase surgió en torno a un término ligado al discurso pro-tecnología para mejorar el mercado: calidad. Un término vacío de contenido que desarma el debate político
y social. Ante esto la opción es dejar de usarlo o usarlo para visibilizar su
carga ideológica. Se propuso otra opción que da por hecho que la calidad debe
ser justicia social. Como la economía debe ser ética. Corremos el riesgo de afirmar
que algo es lo que no es, como cuando decimos “vivimos en una sociedad con
igualdad de oportunidades”. No vivimos en una sociedad con igualdad de
oportunidades, por ello el sentido radical de la escuela: construirla.
“La educación debe ser de calidad”. No, la
educación debe ser comprensiva, equitativa. “La calidad es un término vacío de
contenido”. Debería serlo, en cambio, está funcionando en la sociedad con una
carga potente, está inserta en la LOMCE y en los discursos de los medios de
comunicación, de las familias, de la población. Nuestra función es vaciarlo,
desarmarlo, comprarlo y usarlo con nuestras reglas. Quienes venden el término
son el sector vulnerable, las fuertes somos nosotras. Ellos adoctrinan,
nosotras educamos. Nosotras robamos lo que es nuestro y lo convertimos en un objeto
de nuestro negocio, el de vender la idea de que la calidad debe ser nada más ni
menos que ética y justicia social.
Te vendo la idea de que el libro de texto es débil y pobre, como lo son las tecnologías.
Los que actúan como poderosos son muy vulnerables. Aunque quieran, no pueden decidir por nosotras.
Te vendo la idea de que el libro de texto es
débil y pobre, como lo son las tecnologías. Te vendo la idea de que las
profesionales de la docencia y toda la comunidad educativa es la que crea
progreso, la que se hace rica, la que humaniza, la que nutre, la que produce,
la que intercambia, la que mejora. Las profesoras no son esclavas, aunque estén
haciendo de ellas. Del mismo modo que las grandes empresas no son las que tienen el poder
en la selección de contenidos, aunque lo estén tomando. Los que actúan como poderosos
son muy vulnerables. Aunque quieran, no pueden decidir por nosotras. Ellos son bellas
durmientes que esperan el beso del éxito. Nosotras estamos bien armadas para
destruir los demonios y convertirlos en herramientas de poder. Si no te seduce esta idea quizás no habrías llegado hasta aquí.
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